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Cuando se piensa en los desastres ocasionados por las amenazas naturales, lo primero que viene a la mente son sus consecuencias humanas. Las pérdidas físicas y emocionales que causan nos han impulsado a aspirar a un mundo más seguro, por lo que un desastre sigue siendo principalmente un asunto de índole social y sanitaria.
En 1994, la Conferencia Mundial sobre la Reducción de los Desastres Naturales, celebrada en Yokohama (Japón), propició un enfoque más previsor que hace hincapié en la conexión económica entre los desastres y el desarrollo sostenible. En la última Conferencia Mundial, realizada en enero de 2005 en Kobe (Japón), se propone un plan para implementar en los países acciones orientadas a construir comunidades resilientes a desastres, que permitan reducir el impacto que los desastres tienen en el producto nacional bruto de los países en desarrollo y en sus perspectivas de crecimiento.
¿Se ha desplazado el péndulo demasiado lejos? ¿Se consideran en la actualidad los desastres principalmente un reto económico? ¿Son las consecuencias sanitarias y las pérdidas sociales solo una de las partidas financieras que constituyen el costo global del daño?
Los desastres son reveses para el crecimiento económico sostenible y también constituyen tragedias humanas y sanitarias. Estos aspectos son interdependientes y no pueden disociarse. La protección de los establecimientos de salud esenciales, especialmente los hospitales, de las consecuencias evitables de los desastres, no solo es fundamental para cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio, sino también una necesidad social y política.
Mirta Roses Periago
Directora de la
Organización Panamericana de la Salud
Foto: Jorge Jenkins, OPS/OMS
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