cerrar esta libroDesastres Preparativos y Mitigación - Boletín No. 07 - Abril, 1981 (Pan American Health Organization (PAHO) / Organización Panamericana de la Salud (OPS), 1981, 8 p.)
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Empleo de hospitales de campaña en casos de desastre

Los terremotos y, en menor medida, los huracanes, son los desastres naturales que pueden producir mayor número de víctimas. La diferencia entre las consecuencias que estos tienen en el sector salud con relación a las que pueden causar las guerras prolongadas y conflictos crónicos, proviene del breve lapso en que se producen las víctimas. La necesidad de atención médica urgente es abrumadora pero de corta duración. Los graves daños a los hospitales y el dislocamiento de los sistemas de comunicación y transporte agravan el peso que han de soportar las instalaciones accesibles y en funcionamiento.

¿Son útiles los hospitales móviles de campaña en la fase que sigue inmediatamente al impacto?

No hay una respuesta fácil a esta pregunta. El empleo de hospitales de campaña siempre ha parecido atractivo a la opinión pública. Pese a ese entusiasmo, dichos hospitales no son una solución prioritaria para atender el exceso temporal de la demanda de atención médica.

En primer lugar, el montaje y la puesta en pleno funcionamiento de un hospital móvil enviado del extranjero puede llevar una semana o más, siendo así que la mayor parte de las víctimas se producen en las primeras 24 horas. Por ejemplo, a raíz del terremoto de Managua (Nicaragua) en 1972, la mayor parte de los hospitales de campaña extranjeros no empezaron a funcionar hasta transcurridos ocho días de la catástrofe. En Perú, ese lapso fue todavía mayor a raíz del terremoto y corrimiento de tierras de Huaraz, en mayo de 1970. Según un estudio reciente, el hospital móvil EMMIR (Francia) no estuvo montado hasta 16 días después del impacto.

Segundo, los hospitales móviles militares, particularmente adecuados para el tratamiento de una corriente continua de heridos de guerra, han resultado menos útiles para atender las necesidades de asistencia a una población civil (traumatismos, trastornos ginecológicos y pediátricos, y otros casos de urgencia).

Tercero, el costo de la movilización y operación de estos hospitales, especialmente cuando se transportan por vía aérea, es sumamente alto y a menudo hay que cargarlo a la ayuda total ofrecida por el gobierno o por las fuentes privadas de socorro que los facilitan. Por ejemplo, el costo medio del tratamiento inicial (rayos x, inmovilización, evacuación) de traumatismos durante tres a cinco días en un hospital militar dotado de su propio personal y transportado por vía aérea a Guatemala a raíz del terremoto de 1976, se calculó en más de EUA$2.500 por paciente. Probablemente se podrían haber salvado muchas más vidas destinando esa suma a atención primaria de salud durante la fase de rehabilitación.

Por último, esos hospitales suelen ser técnicamente muy avanzados, acostumbrando a la población a un nivel de asistencia que será imposible a las autoridades locales prestar durante el período de recuperación.

Las autoridades nacionales encargadas del enlace con los donantes deberían quizá saber que esos hospitales son ofrecidos con insistencia por los donantes dentro del espíritu de ayuda que se despierta en esos momentos, sin analizar el uso que se haga de ellos.


Equipo médico de urgencia. Italia, noviembre de 1980.

En lugar de recurrir a hospitales de campaña, las autoridades de salud deberían conceder prioridad al establecimiento de puestos ambulatorios de primeros auxilios, a la distribución ordenada de casos graves entre los hospitales de zonas no afectadas por el desastre y a la ampliación de las instalaciones locales de salud que no hayan sufrido daños. Solo en caso de que esas medidas no sean factibles o posiblemente adecuadas, debe considerarse como solución el empleo de hospitales móviles autónomos y dotados de personal.

Si el empleo de estos hospitales fuera necesario, las autoridades deberían primeramente tratar de obtener uno en el propio país o, si el desastre se produce en una zona fronteriza, en el país limítrofe. En efecto, los de países más distantes desde el punto de vista geográfico, cultural o tecnológico tienen las limitaciones mencionadas. Frecuentemente, las fuerzas militares nacionales, la Cruz Roja o fuentes privadas cuentan con hospitales de este tipo.

No es raro que se ofrezcan a las autoridades nacionales de salud "hospitales prefabricados" (Packaged Disaster Hospitals-PDH) cuando se produce un desastre de gran magnitud. La decisión de solicitar o aceptar uno de estos hospitales para la fase inicial de emergencia a raíz de un desastre natural se debe adoptar con gran cautela, por varias razones:

1) Hace falta disponer de personal con mucha experiencia para establecer y utilizar un hospital integrado, y es preciso encontrar locales adecuados para instalarlo. Desde que se hace la oferta inicial hasta que el hospital esté en pleno funcionamiento pueden pasar semanas o meses.

2) Parte del equipo de estos hospitales puede ser anticuado, estar en malas condiciones, o no responder a las necesidades del país receptor, ya que la mayor parte de ellos datan del decenio de 1950, cuando se los ideó para el caso de desastres nucleares en los países desarrollados.

3) El costo marginal de estos hospitales para el país receptor puede ser muy alto en relación con las ventajas de su uso. Con ocasión de los recientes huracanes del Caribe se enviaron hospitales de este tipo a algunos de los países afectados, varias semanas después del impacto. Los gastos de transporte de dos hospitales ascendieron a más de EUA$130.000, que hubo de costear el organismo donador y que, por consiguiente, quedaron detraídos de la suma disponible para rehabilitación en el sector de salud.

Cabe afirmar que aunque se ha confiado excesivamente en los hospitales de campaña con ocasión de desastres, a veces han sido útiles en caso de terremotos, siempre que se han dado ciertas circunstancias favorables. El hospital debe estar concebido para un nivel de adelanto apropiado a las condiciones locales, ser utilizable al cabo de 24 horas y estar plenamente dotado de personal que conozca el idioma y las circunstancias imperantes en el país afectado. Todavía está por determinarse su utilidad con ocasión de inundaciones y huracanes. Es preciso realizar más estudios de casos concretos. Acogeremos con agrado opiniones e información suplementaria sobre este particular.

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