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Los Volcanes y la Protección de la Salud (Pan American Health Organization (PAHO) / Organización Panamericana de la Salud (OPS) - WHO - OMS, 2002, 21 p.)

Parte I: Los principales riesgos para la salud

Los volcanes son parte de nuestro mundo. Con una fuerza impresionante, continúan creando, y destruyendo, en un ciclo sin final. Muchos volcanes permanecen inactivos durante decenas o centenas de años y las comunidades próximas olvidan el peligro potencial de las erupciones. Dado que el suelo a su alrededor es rico y fértil, al menos provisionalmente nacen y prosperan muchas ciudades en zonas volcánicas.

El 10% de la población del mundo - aproximadamente 500 millones de personas - vive en zonas donde existen volcanes potencialmente activos. Volcanes nuevos surgen en zonas algunas veces inesperadas y volcanes dormidos pueden hacer erupción repentina y violentamente.

América Latina y el Caribe es una región de alto riesgo. En el siglo XX, un 76% de las muertes causadas por erupciones volcánicas ocurrieron en naciones de América Latina y el Caribe. En los últimos 10 años, casi la mitad de las erupciones más fuertes en el mundo tuvieron lugar en esta región del planeta.

Es sólo una cuestión de tiempo antes de que ocurra otra emergencia importante. La pregunta es: ¿estará el país y sus servicios de salud preparados?

Planificar para la eventualidad de una crisis volcánica puede representar un gran reto, pero es esencial aprender lo que se puede hacer antes de la crisis y tomar medidas para evitar sus consecuencias. Es la única estrategia para salvar vidas.

¿Cuáles son los riesgos más importantes para la salud?

Cada volcán presenta sus propios riesgos específicos, y cada riesgo puede tener un significado diferente. Hay distintas maneras en que los gobiernos pueden evitar estos riesgos o prepararse para enfrentarlos.

Lava

Aunque la mayoría piensa que es el flujo espectacular de lava lo que causa la mayor devastación, en realidad los frentes de lava avanzan muy lentamente, rara vez más de pocos metros por hora y generalmente no constituyen un peligro significativo durante la actividad volcánica y, por lo tanto, no son una prioridad esencial para la planificación sanitaria.

Rocas y detritos

Un volcán activo puede despedir rocas y bloques enormes de magma, en algunas ocasiones a una distancia de decenas de kilómetros del cráter. La idea de ser golpeado por uno de estos proyectiles ardientes es aterradora, pero en realidad la posibilidad de que esto ocurra es baja. Las rocas y detritos tampoco constituyen una prioridad sanitaria durante una crisis volcánica.

Cenizas

Durante una erupción volcánica, existe la posibilidad de ser cubierto por una capa espesa de cenizas volcánicas. Un mito fomentado por la prensa es que la lluvia de cenizas constituye un riesgo agudo importante para la salud de las personas sanas. En realidad, las cenizas volcánicas plantean un riesgo muy bajo. Pueden tener un efecto en aquellas personas que presentan afecciones de las vías respiratorias, pero en la actualidad no hay pruebas que indiquen mortalidad excesiva como resultado de problemas cardiopulmonares causados por la inhalación de cenizas.


Estudios realizados después de la erupción del volcán Saint Helens en los Estados Unidos en 1980, demostraron que la ceniza gruesa próxima el volcán y la capa fina de aspecto similar al polvo, que pueden caer incluso a cientos de millas, causan pocos problemas de salud y son de escasa importancia

No obstante, la lluvia de cenizas puede plantear muchos otros problemas a las comunidades:

· Las lluvias de cenizas pueden hacer que el aire se llene con una neblina similar al humo, que reduce significativamente la visibilidad. La poca visibilidad hace que aumente la cantidad de accidentes de tránsito y de otro tipo. Es posible que los caminos se tornen resbaladizos con la lluvia, y que los parabrisas se cubran de una capa delgada de ceniza húmeda.

· Un riesgo importante es el derrumbamiento de techos en casos de lluvia abundante de cenizas, especialmente si la erupción es acompañada por precipitaciones, que duplican el peso de las cenizas. La caída de techos y de las cenizas que arrastran, en el interior de los hogares puede ser letal para las personas, lo cual constituye un peligro volcánico importante en América Latina y el Caribe.

· La irritación de los ojos puede originar casos de conjuntivitis y abrasiones corneales, especialmente para las personas que usan lentes de contacto. Si bien aumenta el trabajo de los agentes sanitarios, el tratamiento es relativamente sencillo y no debería representar un problema grave.

· En el caso de pacientes con afecciones pulmonares previas, la inhalación de cenizas puede producir problemas respiratorios. Solamente pueden inhalarse las partículas más pequeñas - inferiores a 10 micrones de diámetro - y sus efectos dependen de factores como su grado de acidez (o pH). Para la mayoría de las personas que por lo demás son sanas, estos problemas pulmonares no representarán un problema para la salud.

Contaminación de fuentes de agua

El agua proveniente de manantiales o ríos situados sobre un volcán puede contaminarse como resultado de la actividad en el interior del volcán. Las lluvias densas de cenizas también contaminan fuentes superficiales de agua potable como ríos y reservorios. El flúor es un elemento tóxico que algunos volcanes pueden emitir en grandes cantidades y la ceniza puede matar animales que pacen en las inmediaciones, así como contaminar el agua potable. Es preciso efectuar análisis químicos de las cenizas y el agua a fin de excluir esta posibilidad. La acumulación abundante de cenizas también puede obstruir drenajes y alcantarillas y dañar la maquinaria en las plantas de tratamiento de agua.

Efectos de la lluvia ácida

Si bien es poco frecuente, existe la posibilidad concreta de que los productos químicos o la lluvia ácida contaminen algunas fuentes de agua. Al sobrevenir las precipitaciones en la zona de un volcán en erupción, se disolverán gases ácidos - en particular, ácido clorhídrico gaseoso, sumamente soluble - con lo cual se forma la lluvia ácida.

La lluvia ácida quema y mata la vegetación y, aunque no representa un riesgo directo para la salud, corroe tuberias y techos y tuberías metálicos y contamina fuentes de agua en cisternas al aire libre. Con el transcurso del tiempo, podría dañar las tuberías soldadas y debilitar los clavos galvanizados y techos de acero, aumentando así el número de accidentes domésticos y ocasionando más problemas de agua y aguas residuales. Las concentraciones perjudiciales de metales como aluminio, plomo y zinc pueden contaminar el agua potable en lugares en que las casas recogen agua de lluvia escurrida de techos metálicos. Por esta razón, se deben examinar periódicamente las fuentes de agua para comprobar la presencia de fluoruros en exceso o metales tóxicos.

Incluso si se verifica que la calidad del agua es adecuada, la lluvia de cenizas repercute en el abastecimiento de agua a los hogares y a los establecimientos sanitarios porque puede obstruir tuberías y las interrupciones en el suministro eléctrico pueden impedir el bombeo de agua. Todas estas inquietudes deben ser consideradas en la planificación para casos de crisis volcánica.

Gases

Además de lava y cenizas, los volcanes despiden gases como vapor de agua y dióxido de carbono. El dióxido de azufre puede contaminar el aire a muchos kilómetros del volcán y esto tal vez ocasione problemas respiratorios en individuos sanos así como en los que padecen asma.

Afortunadamente, en la mayoría de las erupciones los vientos que soplan sobre el cráter dispersan rápidamente estos gases, los cuales se diluyen hasta que dejan de ser perjudiciales. Sin embargo, es posible que ciertos gases relativamente pesados, como el dióxido de carbono o el sulfuro de hidrógeno, se acumulen en las zonas bajas del volcán y ocasionalmente produzcan muertes. Ciertos volcanes que yacen en zonas bajas pueden arrojar sus emanaciones gaseosas sobre zonas pobladas, pero esto tampoco debe considerarse una preocupación de salud pública generalizada para toda la población en riesgo.

Tsunamis

Cuando un volcán está cubierto de agua, especialmente en zonas de poca profundidad, es como una bomba de tiempo, que podría estallar en cualquier momento como resultado de la combinación letal de magma y agua. Los tsunamis son olas de enorme altura, tan grandes que pueden avanzar muchos kilómetros tierra adentro y ser muy destructivas. En el Caribe hay volcanes que podrían originar tsunamis si se activaran y entraran en erupción. El riesgo es bajo, pero tan grave que no puede pasarse por alto.

Nubes ardientes (flujos piroclásticos)

A diferencia de todos los peligros de las erupciones volcánicas mencionados anteriormente, el huracán de materia caliente ardiente que avanza hacia una comunidad si entraña riesgos de consideración. En América Latina y el Caribe, aproximadamente 60% de las muertes por erupciones volcánicas son causadas por nubes ardientes. Gases calientes, con temperaturas a veces hasta de 900 grados, lanzan sólidos y detritos de manera alarmantemente veloz, a velocidades de hasta varios cientos de kilómetros por hora.

Estas corrientes de rocas ardientes y cenizas y aire que avanzan muy rápidamente se denominan flujos piroclásticos. Son diferentes a los flujos de lava - no son líquidos, en realidad son una combinación de sólido y gaseoso - son completamente letales, destruyen todo lo que se encuentra a su paso y es imposible sobrevivir a ellos. Tras una nube ardiente, todo ser vivo - animales, plantas, personas - será literalmente carbonizado por temperaturas abrasadoras y arrasado por el ciclón de cenizas y rocas. No existe la posibilidad de sobrevivir en el trayecto directo de una nube ardiente. La evacuación es la única solución.

Las personas que tienen la fortuna de huir por encontrarse cerca de los bordes de la nube pueden sobrevivir. Pero los sobrevivientes padecerán quemaduras graves y extensas, no solo en la piel sino también en las vías respiratorias. Las nubes ardientes constituyen un peligro grave para nuestras comunidades.

Corrientes de fango y detritos

Con un poder de devastación similar al de las nubes ardientes, las corrientes de fango y detritos, o "lahars", que es un término indonesio adoptado por los científicos, causan 42% de las víctimas registradas en el mundo. Los glaciares de las cumbres, bajo el calor intenso de la erupción, comienzan repentinamente a derretirse. Los escurrimientos de lodo enormes, mezclados con detritos recogidos en su paso vertiginoso por los cauces de los ríos grandes, pueden arrasar ciudades enteras, frecuentemente con escaso tiempo para la evacuación.


En 1985 la erupción del volcán Nevado del Ruiz en Colombia, pr ovocó gigantescas avalanchas de lodo y piedras que sepultaron la ciudad de Armero, dejando más de 20. 000 personas fallecidas o desaparecidas

Si en la zona que rodea al cráter en erupción hay casquetes glaciales o lagos en cráteres grandes, los aludes de fango son una amenaza grave. Las lluvias abundantes simultáneas a una erupción pueden provocar escorrentía extensa e incluso inundación grave. Las aguas pluviales también pueden movilizar depósitos anteriores o nuevos de cenizas hasta formar lahars, los cuales pueden fluir aguas abajo y anegar asentamientos vecinos sin advertencia. Los lahars pueden ocurrir nuevamente durante la temporada de lluvias y producir el desplazamiento de personas de sus hogares y tierras debido al peligro y los trastornos que probablemente ocasionen.

Las lluvias torrenciales sobre las laderas, incluso meses o años después de una erupción, pueden también originar el desplazamiento vertiginoso de cenizas sueltas y materiales volcánicos ladera abajo y amenazar a la población.

Sin lugar a dudas, las erupciones volcánicas y sus riesgos son causa de gran preocupación para los funcionarios de la salud. En América Latina, las muertes en su mayoría han sido ocasionadas por flujos piroclásticos y corrientes de fango y detritos. Los gases volcánicos y las lluvias de cenizas no son tan peligrosos, pero definitivamente constituyen cuestiones de seguridad. Otras amenazas como tsunamis, lava, rocas y lluvia ácida, aunque no son generalmente tan letales, pueden representar problemas para algunas comunidades según su ubicación y proximidad al volcán.

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