En un número anterior de este Boletín abordamos el problema de idear un método uniforme para determinar las necesidades inmediatas a raíz de un desastre. En éste trataremos de examinar un asunto relacionado que es motivo de profunda preocupación para las comunidades afectadas y los trabajadores en socorro: la conexión que existe entre la asistencia de emergencia y las necesidades de desarrollo a largo plazo de los países afectados. Esperamos que nuestros lectores respondan a este asunto compartiendo sus experiencias y opiniones al respecto.
Uno de los mitos más comunes en relación con los terremotos, huracanes, inundaciones y otros desastres naturales es la idea de que son "grandes compensadores". Traen a la mente la ira y el poder de una naturaleza indomada que afecta a los hombres y a las mujeres, a los jóvenes y a los ancianos y a los ricos y a los pobres de la misma manera.
De hecho, los desastres naturales no son grandes compensadores. Hay suficientes pruebas para demostrar que afectan a las poblaciones de una manera selectiva: los pobres son los más vulnerables, los menos preparados y los más afectados. Entre ellos, las mujeres, los niños y los ancianos son las personas más gravemente amenazadas por la mortalidad y la morbilidad; son también los más expuestos a riesgos en épocas normales.
En términos relativos, a nivel nacional, los desastres tienen un efecto más duradero en los países en desarrollo que en los industrializados. Esta afirmación parece contradecir las estimaciones de los daños, cuando se someten a análisis. Por ejemplo, en los Estados Unidos las grandes inundaciones causarán mayores pérdidas en dólares que las notificadas en desastres similares en un país en desarrollo. No obstante, cuando se comparan las cifras como proporciones relativas del total de los recursos disponibles, el panorama es otro.
Un desastre natural de grandes proporciones no solo afecta o destruye parte de la economía y la infraestructura de servicios directamente si no que afecta también a otros sectores no pertenecientes a la zona del desastre al exigir el empleo de fondos, suministros y personal, a veces en forma desacertada, para el esfuerzo de recuperación. Particularmente en épocas de crisis financieras, cuando los países del tercer mundo apenas pueden conseguir los recursos para conservar lo que han logrado en materia de desarrollo económico y servicios sociales, un desastre natural puede causar atrasos que perduran por varios años.
El hecho de que las naciones menos desarrolladas puedan quedar tan gravemente afectadas por los desastres naturales tiene importantes implicaciones para la forma en que se realizan las operaciones de socorro. Obviamente, la planificación del desarrollo económico y social no es la responsabilidad primordial de la defensa civil, los comités nacionales de emergencia o los organismos de socorro. Sin embargo, compete a dichos grupos la responsabilidad de cerciorarse de que sus actividades no obstaculicen, sino que fomenten, los programas de desarrollo. Este reto no se limita a organismos externos de socorro; las autoridades de los países afectados muchas veces no están acostumbradas a considerar las solicitudes de asistencia de emergencia desde el punto de vista del desarrollo.
En lo que se refiere al empleo de los
fondos de emergencia, seria mis sensato rehabilitar o aumentar el equipo de
cloración permanente que donar tabletas para la purificación del agua.
Foto: Julio Vizcarra/OPS
En la práctica, ¿cómo incide todo esto en el sector salud? Puede significar que en lugar de solicitar o proporcionar tanques de agua portátiles o carrotanques prestados temporalmente para distribuir agua a la población afectada, seria más lógico invertir en la compra local de depósitos o en la instalación rápida de una represa permanente. En lugar de donar tabletas para la purificación del agua, que a menudo se dejan de usar porque llegan muy tarde o porque falta la infraestructura necesaria para organizar y supervisar su distribución, más bien se podrían emplear fondos de socorro para rehabilitar o aumentar el equipo de cloración en las plantas de tratamiento existentes.
La tendencia bien conocida que sin embargo se repite después de un desastre y que consiste en solicitar y proporcionar vacunas para campañas de inmunización en masa improvisadas contra enfermedades como la fiebre tifoidea o el cólera, deberían reemplazarse con una política destinada a fortalecer los programas de inmunización existentes y a ampliar la cobertura de las zonas afectadas para combatir, por ejemplo, enfermedades infantiles prevenibles en los asentamientos temporeros o en los campamentos de refugiados. Durante la emergencia y a largo plazo, seria más útil donar equipo para la cadena de frío y vacunas de uso ordinario para ampliar el programa de inmunización en las comunidades afectadas por el desastre.
Cuando se evalúen las necesidades de suministros médicos, las autoridades y las entidades de socorro deben concentrarse en los medicamentos esenciales que duren y sean útiles por mucho tiempo. Durante el periodo de rehabilitación y reconstrucción, seria mejor que las víctimas tuvieran acceso garantizado a los medicamentos enumerados en la Lista Modelo de Medicamentos Esenciales de la OMS en lugar de presenciar la llegada de estuches de primeros auxilios y de suministros de emergencia de poca duración, tres semanas después de ocurrido el desastre y de que la necesidad ha pasado.
La mayoría de los organismos experimentados de socorro tienen muy presente su responsabilidad de no causar ningún daño. Lamentablemente, todavía son demasiado comunes los casos en que la asistencia mal concebida surte efectos perjudiciales en el progreso logrado a duras penas. La gran disponibilidad de leche artificial y de otros "alimentos para bebé" en situaciones de hambre o de desastre y los reveses en el uso de la terapéutica de rehidratación oral para tratar a los niños con gastroenteritis, que ocurren cuando llegan envíos costosos de líquidos intravenosos, son algunos ejemplos de los problemas que surgen.
Los lectores interesados en un debate más detallado sobre este tema pueden obtener ejemplares de una publicación reciente, titulada Natural Disasters: Acts of God or Acts of Man?, de la cual se incluye un aparte en el siguiente articulo. Dicha publicación puede obtenerse de: Earthscan, 1717 Massachusetts Avenue, N.W., Washington, D.C. 20036, EE.UU. Costo: US$5.50.
El siguiente es un aparte tomado de: Natural Disasters: Acts of God or Acts of Man?, A. Wijkman, L. Timberlake. Earthscan, 1984.
Socorro
La ayuda para casos de desastre enviada por los gobiernos del Norte suele adaptarse algunas veces más a la política externa del país donante que a las necesidades del país afectado. Gran parte del "socorro" no es más que la exportación de excedentes de alimentos y materiales que no se adecúan a las condiciones vigentes en casos de desastre. Cuando se acaba el excedente del país donante termina la ayuda. Los sesgos observados en el socorro en casos de desastre indican que las catástrofes repentinas, conmovedoras y "dignas de incluirse en titulares de prensa" suelen recibir más ayuda que los desastres que acaban lentamente con las personas. La ayuda alimentaria salva vidas pero puede menoscabar la capacidad local de autosuficiencia a largo plazo. Cuando se suministra sin ningún criterio, puede desorganizar los mercados locales y elevar demasiado el costo de los alimentos para los pobres. Los alimentos gratuitos pueden obrar como incentivo para la corrupción y, a largo plazo, aumentar el hambre. Algunos críticos de las operaciones de socorro afirman que la principal meta que las rige es hacer volver a las víctimas al status quo. Sin embargo, es ese mismo status quo que las hace susceptibles y vulnerables a los desastres.
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