El terremoto en la ciudad de México en 1985, el huracán Mitch en Centroamérica en 1998, E los sucesos de Kosovo en 1999, y ahora el terremoto en Turquía. Aparte del peligro como tal, ¿podemos distinguir claramente entre estos eventos, o es cada uno de estos desastres muy parecido al otro? Si creemos en la cobertura de prensa de los temas de salud pública que siguen a los desastres de grandes dimensiones, las consecuencias son tan similares que casi podríamos recortar el nombre de la ciudad o del país de uno de los artículos y pegarlo en otro.
Al leer los informes de los desastres naturales de gran envergadura, no podemos escapar al sentimiento de que los medios de prensa presentan un cuadro estereotípico de la situación posdesastre para llamar la atención del público en los países donantes. ¿Y quién en el hemisferio occidental no es un donante?
El escenario presentado reiteradamente en los medios de información nos deja con una sensación de déjà vu... imágenes de víctimas sin ayuda, sufriendo por la falta de atención médica debido a que las autoridades nacionales no están respondiendo. Enfermeras, médicos o personal de socorro son entrevistados y solamente se da prioridad a sus quejas sobre las necesidades de su ministros médicos y de medicinas. El cuadro general que se forma podría dar la impresión que los servicios de salud no dan absolutamente ninguna respuesta.
Frecuentemente los equipos internacionales de noticias declaran que han arribado a los sitios de las emergencias, ubicados en áreas remotas, primero que cualquier equipo de rescate externo. A veces puede ser cierto, pero las autoridades locales y otro personal de salud no pueden ni soñar con tener una cuenta abierta para gastos, que les permita rentar un medio de transporte aéreo o un auto con tracción en las cuatro ruedas, capaz de llegar a estos lugares, independientemente de su costo. Los problemas que por su naturaleza son logísticos, se interpretan como falta de competencia y de coordinación.
Una vez que el trabajo de los equipos de médicos de los países donantes ha sido ampliamente cubierto, y la situación médica de emergencia se encuentra en "buenas manos", el interés se traslada a escenas de personas privadas de alimentos y de agua potable en las áreas menos accesibles, dando la impresión de que estos ítems son escasos en el país azotado por el desastre. En realidad, el problema estriba en el asunto logístico de llevar los alimentos y el agua, adonde es necesario, cuando es necesario. Los resultados de esta percepción equivocada son una enorme cantidad de donaciones de agua embotellada y de comida casera, donada y acumulada en grandes ciudades de los Estados Unidos y en otros países, los cuales en realidad podrían haberse comprado localmente más rápido y a una fracción del costo que implica su envío por avión. Donaciones de este tipo se encuentran todavía amontonadas en los almacenes de los países donantes, esperando a ser embarcadas por avión, o están obstruyendo los canales de distribución en el país afectado por el desastre.
¿No hemos escuchado, por lo menos en los últimos 30 años, sobre la probabilidad de brotes y epidemias catastróficas? Solo algunos doctores o socorristas alarman al mundo con este supuesto desastre secundario. Todavía recordamos la predicción - errónea - de un brote de shigellosis en Nicaragua después del terremoto en 1972, el cual supuestamente provocaría más víctimas que el propio terremoto. La predicción fue publicada en una prestigiosa revista médica y aunque nunca se cumplió, hasta el día de hoy, el tema no ha vuelto a ser tocado por los editores. Estos temores infundados (en muchos casos la enfermedad prevista no es ni siquiera endémica) presionan a las autoridades a tomar medidas severas, tales como incinerar o enterrar los cadáveres en fosas comunes, o gestos puramente simbólicos, como esparcir cal o desinfectantes sobre los cadáveres. En este proceso, los derechos y las necesidades de las comunidades locales de enterrar y honrar como es debido a sus seres queridos son las víctimas de este apuro. No es de extrañar que cuando la respuesta al desastre se dirige a las mal interpretaciones difundidas por los medios de comunicación, en lugar de dirigirse hacia las verdaderas prioridades de las víctimas, la asistencia en salud mental rápidamente se convierte en una necesidad urgente.
¿Por qué es el "sentido común" de la salud pública tan limitado en situaciones de estrés? Sí, las personas pueden ser portadoras de enfermedades, tales como el cólera, la fiebre tifoidea y otras plagas muy temidas. Pero estas personas son más peligrosas vivas, que si están enterradas debajo de un edificio colapsado, junto con otros miles de víctimas que no eran portadoras de la enfermedad. Para ser justos debemos decir que la desinformación es menos persistente en los desastres ocurridos en Latinoamérica y el Caribe, donde la voz de la razón puede aún escucharse a pesar de que las opiniones alarmistas continúan buscando su camino en los medios de comunicación.
Los desastres son caóticos. La administración en situaciones de crisis siempre implica la toma de decisiones bajo una nube de incertidumbre. Las emociones que están distorsionadas por el momento, pueden perjudicar hasta el mejor juicio, contrario a lo que sucede cuando se confía en la experiencia y el entrenamiento.
Un factor que hace a Latinoamérica y el Caribe estar al frente de otras regiones es el nivel de preparación y de educación de desastres en los profesionales de salud. La modesta contribución de la OPS/OMS en cuanto a experiencia técnica, gracias a la ayuda financiera de los gobiernos de Canadá, Estados Unidos y el Reino Unido, ayuda a mejorar los preparativos para desastres de las autoridades de salud nacionales y locales. Esto puede ser posible solamente como parte de un programa continuo para fortalecer la capacidad local antes de que azoten los desastres.
Tanto los políticos como los medios de prensa moldean y responden a las percepciones de la opinión pública. Es responsabilidad de los administradores profesionales de desastres y de las organizaciones humanitarias (las ONG y las N.U.) romper este ciclo de desinformación. Unamos fuerzas con los profesionales de los medios de prensa, quienes en su mayoría son muy profesionales y dedicados, para proporcionarle al público en los países donantes una visión balanceada y justa de las necesidades de salud y de las prioridades después del impacto de los desastres.
Las víctimas de estas tragedias pueden beneficiarse únicamente si la ayuda donada tan generosamente está fundamentada en hechos reales, más que en mitos y rumores. o
Campañas masivas de vacunación
después de los desastres naturales casi siempre son un desperdicio de recursos
humanos y financieros, los cuales podrían aprovecharse mejor en otros esfuerzos
de socorro.
Fotografía: BID, D. Mangurian
¡Descubra la BVD!
¡La biblioteca virtual de desastres ya está aquí! Vaya a la página 6 para enterarse cómo tener acceso a más de 250 publicaciones sobre desastres. Es fácil de usar, gratis y disponible 24 horas al día en Internet.
![]() |
![]() |