En la segunda mitad del siglo XX, se ha reconocido ampliamente el valor que tienen los métodos epidemiológicos en la definición y en el manejo de los problemas relacionados con la salud pública. Por ejemplo, los estudios epidemiológicos de las enfermedades agudas y crónicas les han suministrado datos claves a los profesionales de la salud para su uso en la prevención y en el control de las mismas. Además, quienes toman las decisiones en salud pública reconocen cada vez más la importancia del establecimiento de los sistemas de vigilancia en la recolección de los datos sanitarios relevantes que se pueden utilizar como bases científicas para la toma de acciones en la solución de problemas de salud pública.
En las últimas décadas, la mayoría de los estudios epidemiológicos se ha centrado en las enfermedades y en las condiciones de salud más comunes, lo cual ha significado grandes mejorías en el tratamiento de estas condiciones. Por otra parte, no se le ha prestado suficiente atención al impacto que tienen los desastres naturales y tecnológicos en la salud de la población. Las razones para esa falta de atención incluyen, entre otras: 1) lo raro, impredecible y súbito de la ocurrencia de un desastre; 2) la concepción de que el comportamiento de la naturaleza y su impacto no se pueden controlar; 3) el énfasis que se le ha dado a la medicina curativa más que al análisis de sus causas; 4) la dificultad para conseguir datos útiles sobre las consecuencias sanitarias de los desastres durante su desarrollo e inmediatamente después, y 5) la creencia de que muchos de los métodos de salud pública para el análisis de las causas y de los determinantes de la enfermedad, contribuyen poco al entendimiento de las consecuencias de tales desastres sobre la salud humana.
Aunque muchas, si no todas, de estas razones pueden explicar los pocos estudios relacionados con los desastres, puede que ellas no prevalezcan en el futuro. Se ha estado acumulando gran cantidad de información relacionada con los efectos adversos de los desastres en la salud, pero se requiere un análisis científico para poder aplicar las lecciones aprendidas durante un desastre en el manejo del próximo que suceda. Este libro presenta los resultados de dichos análisis científicos y de las recomendaciones para la aplicación de las lecciones aprendidas en el estudio de los desastres y mucho más. Con muchos años de experiencia en terreno, los autores - la mayoría de los Centers for Disease Control and Prevention (CDC) - le brindan al lector extensas descripciones técnicas de cada tipo de desastre, resúmenes pertinentes de desastres anteriores y gran cantidad de datos de las investigaciones epidemiológicas anteriores relacionadas con las consecuencias de los desastres en la salud pública. Además, con un énfasis constante en el uso de los métodos epidemiológicos y de vigilancia ya comprobados, los autores formulan cuestionamientos importantes a los profesionales de salud que se deben responder con futuros trabajos de campo, durante o poco después del suceso de un desastre.
Los estudios epidemiológicos cuidadosamente planeados están orientados a la selección de los sujetos control, a la determinación del poder estadístico adecuado y al reconocimiento de los posibles sesgos y del papel del azar. Sin embargo, en medio de un desastre real y bajo la inmensa presión para la prevención y control de su morbilidad y mortalidad, es posible que el equipo de epidemiología de campo considere estos asuntos como académicos, inalcanzables e, incluso, irrelevantes. Sin embargo, como se discute en el libro, probablemente se tendrán que adelantar investigaciones rápidas aunque imperfectas (quick and dirty) aun a expensas de algunos de los estándares sólidos y rigurosos de los estudios epidemiológicos más elaborados.
La recolección y el análisis de los datos según los métodos científicamente aceptados es fundamental y se deben tener en cuenta sin importar la necesidad de respuesta bajo severas presiones de tiempo.
El Impacto de los desastres en la salud pública sirve como texto esencial de referencia, no sólo para los profesionales de salud responsables de la preparación y respuesta ante la presencia de un desastre, sino para aquéllos responsables de la toma de decisiones para las poblaciones que atienden.
Michael B. Gregg
Guilford,
Vermont
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