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El presente manual está destinado ante todo a quienes trabajan en campamentos de refugiados u otras personas desplazadas. Su finalidad es ayudarles a afrontar los problemas de salud mental de personas que han huido de su hogar y, en numerosos casos, también de su país. No se tratan en él con detalle cuestiones de mayor amplitud, sobre todo porque se consideró que los posibles lectores no estarían en situación de tomar decisiones que afectasen a la marcha del campamento en su conjunto. No obstante, tal vez sea procedente hacer aquí algunas sugerencias sobre cómo se podría organizar la vida en los campamentos de refugiados de manera que se tengan en cuenta sus necesidades tanto mentales como físicas. Si estas ideas se exponen en forma muy sucinta, sin detallar la manera de llevarlas a efecto, es en parte porque los métodos de aplicación han de acomodarse a la situación de cada campamento de refugiados, a las estructuras ya establecidas y a la cultura predominante entre sus moradores. Por esta razón, se deben encontrar mecanismos que animen a los refugiados y demás personas desplazadas a que ellos mismos se hagan responsables en todo lo posible de aquellos aspectos de la vida del campamento que afecten a su bienestar mental. Para que los refugiados puedan asumir esa responsabilidad han de tener mucho poder de decisión en lo que se haga, dejando incluso algunas cosas completamente en manos de personas pertenecientes a la comunidad de refugiados.
El interés de esto no es tan sólo asegurar que lo que se haga sea culturalmente apropiado. Obtener una amplia participación y dar voz y voto a los refugiados y demás personas desplazadas evita a estos la destructiva sensación de impotencia y dependencia forzada que podría socavar su energía. Los refugiados mismos, si se los estimula, aportarán ideas de cosas que se pueden hacer y, por difícil que parezca llevarlas a cabo, se debe estudiarlas y, tal vez, intentarlas. En una situación de desmoralización, carencia de recursos y falta de acceso a cosas que antes formaban parte de su vida normal, es posible que algunos refugiados se vuelvan violentos y cometan actos delictivos, aprovechándose de las personas más débiles y más vulnerables del campamento. Será más alta la moral si se promueve la constitución de grupos de apoyo mutuo y se les dan los medios oportunos, instaurando medidas que permitan a la gente protegerse unos a otros. Si ven que tienen cierto poder para controlar su vida y su entorno, se podrá incitarlos a mejorar las condiciones de vida en el campamento y su propia salud. Esto producirá un círculo «virtuoso» a favor del cual los refugiados, al ver que pueden realmente mejorar las cosas, tendrán una sensación mayor de poder y se sentirán animados a más arduas empresas.
En los campamentos de refugiados y personas desplazadas es desde luego muy difícil proporcionar empleos y serán de ordinario muy pocas las personas que puedan obtener puestos de trabajo. Ahora bien, si se suministran a los refugiados herramientas y materiales de construcción o para el cultivo podrán hacer cosas para sí mismos. Se puede alentarlos a organizar actividades para su tiempo libre, bastando a veces una pequeña cantidad de recursos para que se emprendan actividades culturalmente apropiadas.
Aunque administrativamente sería más cómodo dividir las familias, alojando a los hombres en unos locales y a las mujeres con sus lujos en otros, se ha de hacer todo lo posible por evitarlo. Sería conveniente que las familias tengan un mínimo de privacidad, aunque solo sea colgando ropa o esteras entre los espacios asignados a cada una de ellas. En todas estas cuestiones, es desde luego preciso tener en cuenta los deseos, costumbres y sugerencias de los propios refugiados. Aunque se ha de mantener juntas a las familias, hay que pensar en la organización de guarderías para los niños. Esto se podría conseguir mediante un sistema de rotación en el que los padres se ocupasen por turno de cuidar de un grupo de niños, lo cual liberaría a los padres y les dejaría tiempo para hacer otras cosas.
Durante el primer aflujo masivo de refugiados y otras personas desplazadas, lo que más se necesita son alimentos y cobijo. Los organismos que prestan asistencia pueden verse tentados a mantener su acción circunscrita a estas cuestiones, olvidando que una vez satisfechas esas necesidades, aunque sea parcialmente, las necesidades en materia de salud mental cobran una importancia no menor. Levantar y mantener la moral de los refugiados y demás personas desplazadas es algo que nunca conviene desatender. Una pequeña inversión en este campo rendirá enormes beneficios, no solo en términos de salud mental sino también de salud física.
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